Tomás Pérez Caballero

Cieza, tierra curtida donde caben mil posibilidades. Tomás Pérez Caballero fue oficial de zapatero remendón en su juventud (El Liberal, 19 de junio de 1925), y sin saber leer y escribir terminó por establecer un semanario de larga trayectoria. Entre medias pasó por prisión (ibídem), montó una escuela y vendió tratamientos para los sabayones.
Fue un personaje querido por muchos otros. Incluso su vida tenía un altavoz en la prensa nacional. En 1925, El Liberal titulaba ‘La Verdad Levantina, un periodista original’. El diario daba noticia de su encarcelamiento por orden de la autoridad gubernativa, pero aprovechaban la ocasión para hablar de “tan original periodista”. “Es, sin duda alguna, de cuantos nos dedicamos a esta ingrata tarea del periodismo, el más benemérito y el que mejor ganado tiene un recuerdo de la Asociación de la Prensa en trances de apuro y necesidad”. En 1895 y 1899 se habían intentado crear sindicatos de periodistas y en 1895 Miguel Moya creará en Madrid la Asociación de la prensa para tareas, sobre todo, de beneficencia, el enriquecimiento económico en este noble oficio jamás ha sido un postulado acompañador. En Murcia en 1906 se darían los primeros pasos en la Asociación de la Prensa y en 1919 se constituyó el Sindicato Español de Periodistas adherido a la UGT y presidido por Ezequiel Eudériz, redactor de El Liberal.

Tomás Gómez Caballero

De su paso como zapatero remendón a cobijar “un noble deseo de aprender” y, en poco tiempo, logró hacerse maestro elemental, con una escuela privada y dando lecciones a domicilio por los caseríos de la huerta murciana. “Tuvo varios años que para dar doce o catorce lecciones de esas domiciliarias tenía que recorrer a pie veinte o veinticinco kilómetros diarios por aquellos campos, trabajo que por largo llegaba a producirle unas cuarenta o cuarenta y cinco pesetas mensuales”. El Liberal señalaba que “dentro de su rudeza” era tal el afán que sentía por la cultura, que sin recursos de ninguna clase intentó fundar, y lo consiguió, un semanario, que tituló ‘La Verdad Ciezana’. Para sacar adelante su semanario se convirtió en director, redactor, administrador, repartidor y cobrador del periódico. “Con tal fe y entusiasmo, que, a pesar de los años que lleva de vida este semanario y de los buenos sesenta que ya tendrá de edad el buen Tomás, sigue como el primer día, acaparando todos los cargos anejos al periódico”.
Tomás no atrancaba. Si no había metálico para la tirada se amarraba las alpargatas y visitaba los pueblos para gestionar anuncios. Y regresaba a la ciudad “como Ponce de América, alegre y triunfador, con su semanario a la espalda. ¡Qué tesón de hombre y qué dichoso se considera con su papelito! Come muchos días y viste de limosna; poro su semanario vive y vivirá mientras Tomás Pérez Caballero pueda salir, aunque sea a pedir limosna. ¿No habría medio hábil de que la Asociación de la Prensa le facilitase algún socorro?” (El Liberal, 19 de junio de 1925). En La prensa local en la región de Murcia (1706-1939) se cuenta la vida del semanario de Tomás. Que nacería a principios de 1914, La Verdad Ciezana, “periódico serio a pesar de lo mal que lo trato Ramón María Capdevila, que prolongaría su vida hasta 1927, si bien los últimos tres años cambio su título por La Verdad Levantina, motivado por abarcar la actualidad local de otros pueblos como Blanca y especialmente Abarán”. Se imprimió en casi todas la imprentas de la ciudad y en las dos de Abarán, terminando en la murciana del padre Antonio de la Concepción. “No tuvo adscripción política defendiendo tanto a liberales como a conservadores según los cambiantes intereses del director, aunque siempre con cierta mesura y equidad”.
La libertad de imprenta llegó de la mano del levantamiento popular de 1808. El 10 de noviembre de 1810 se permitió la publicación de cualquier impreso sin ningún tipo de censura previa. Es en este contexto cuando nace de manera tímida la opinión pública y la prensa política. Este hito propulsó la lenta consistencia del cuarto poder, la prensa (Fuentes & Fernández, 1997, p 53). Cargada de suficiente peso para influir en la vida pública de la España decimonónica. Unos turbulentos años posteriores donde se entremezclaba la libertad y la censura se llega al siglo XX con la Ley de 1883, y ese período del último cuarto de siglo tradicionalmente considerado como la “edad de oro” de la prensa. En la Región de Murcia nacen y mueren cabeceras y en Cieza se intensifica la labor informativa. El siglo comienza con la ley de Jurisdicciones de 23 de marzo de 1906, “por la que quedaban sometidos a los tribunales militares los delitos contra la patria y el ejército, que estará vigente hasta la República y que desde su promulgación provocó una oleada de protestas en el mismo Parlamento y en la prensa” (‘El periodismo en el primer tercio del siglo XX’, Alejandro Pizarroso Quintero).
El 23 de noviembre de 1898 El Diario de Murcia hacía alusión a lo “altamente satisfecha” que estaba la Comisión de Instrucción Pública con la escuela privada de Tomás Pérez Caballero. En La voz de Cieza 27 de abril de 1902 seguía Tomás con sus clases. Entonces la popularidad de sus resultados había motivado la inscripción de más alumnos, inclusive de “jóvenes alumnas de la clase de artesanas, que robando el tiempo a sus habituales quehaceres acuden a recibir o perfeccionar su enseñanza primada, aprendiendo a leer, escribir y contar”. Cobraba 50 céntimos mensuales.
En 1909 Tomás ya era repartidor y cobrador de Eco del Segura, además de vender un “maravilloso específico contra los sabañones” en la calle larga, número 15. El frasco costaba 2 reales y llevaba el nombre de Schubiraffine. Este mismo año se hizo representante de seguros (La Ilustración Financiera Revista de Banca y de Comercio). En 1910 se atrevía con la pluma haciendo homenaje al “ilustre hijo de Cieza, el subinspector de Sanidad Militar, Gregorio Ruiz”, el número especial que anunciaba Eco del Segura (1 de mayo de 1910) fue costeado por “el humilde hijo” de este pueblo, Tomás Pérez Caballero.
En 1912 fue nombrado corresponsal y representante de “la acreditada casa editora de Barcelona de Don José Espasa e Hijos”. Había que ver al bueno de Tomás para pedir el diccionario, o la enciclopedia, así como “las notables obras de literatura, medicina y de artes puestas a la venta por aquella importante casa editorial (17 de marzo de 1912, Eco del Segura).
Era además corresponsal de diferentes diarios, incluso de un semanario “satírico cornudo” Kafé Kon Media, que costaba 5 céntimos. Y hasta aquí la primera parte de la vida del bueno de Tomás. ¿Por qué pasaría por prisión? ¿Cuándo crearía su periódico?
En 1914 nacía la Verdad Ciezana, su periódico. Era un periódico dispar, igual trataba los asuntos en Marruecos que hablaba sobre las mujeres de Abarán.
Incluía imágenes, un testimonio reluciente en las hemerotecas. Durante el primer tercio del siglo XX conviven en el periodismo características heredadas del siglo XIX con nuevos planteamientos del siglo XX. “La prensa de información basada en empresas con serios planteamientos de financiación, que ya había empezado a desarrollarse en la segunda mitad del siglo anterior, coexiste con una prensa política, no ya de partido, sino de fracciones o de hombres, sin viabilidad económica, que todavía es predominante en cuanto al número de cabeceras a principios de siglo. Poco a poco la situación se invertirá. Así, si en 1913, dentro de las 1.980 cabeceras de todo tipo que se publicaban, podemos considerar a 156 de ellas como periódicos de información frente a 586 periódicos políticos; en 1920 las cifras se acercarán sensiblemente (339 periódicos políticos frente a 283 de información). Para llegar en 1927 a 327 periódicos de información frente a 210 políticos” (‘El periodismo en el primer tercio del siglo XX’, Alejandro Pizarroso Quintero). En esas aguas se movía Tomás, cuando la profesión de periodista caminaba más en los prados decimonónicos. “A pesar de que el gran número de publicaciones puede darnos la idea de un gran auge de la prensa en este primer tercio del siglo, lo cierto es que predominaban las pequeñas empresas. Muchas de estas publicaciones tenían muy corta vida. Además, el analfabetismo restringía mucho el público potencial. En los tres primeros lustros del siglo se pasó en España de 1.347 periódicos en 1900 a 1.980 periódicos en 1913 (es decir, de un periódico por cada 15.106 habitantes, a uno por cada 10.076; cifras que en Madrid se reducían a uno por 1.914 hab. y en Barcelona a uno por 3.535 hab.). Si consideramos el período 1914-1931, las cifras siguen mostrando un aumento del número de publicaciones hasta 1920 (2.289 periódicos) que, en cambio, baja en 1927 (2.210; un periódico por cada 10.176 hab.)” (Ibídem).

La Verdad Ciezana

También contaba con apoyo desde su tribuna. El 2 de noviembre de 1918 firmaba José Bálsamo: “Tomás es un hombre excepcional, su vida es toda una historia, nadie como él en su pueblo ha subido y bajado alternativamente tantos peldaños de la escala social. Inquieto, amovible, nunca fijó su actividad en una profesión determinada hasta que un día cansado de ser de todo y no saber de nada, se le ocurrió una gran idea, ¿cuál? Fundar un periódico ¿Cómo hacerlo? Él no sabía escribir él no tenía dinero y sin embargo seguía madurando su proyecto. Su primer número, gritando desaforadamente y a pleno pulmón: ¡Paso a la verdad ciezana! No es para contarlo lo que Tomás tuvo que sufrir oyendo como unos le trataban de loco, otros de extraviado y los más de hombre insensato. El periódico era recibido con risotadas cuchufletas y burlas sangrientas pero él no se daba por aludido y a pesar de tanta dificultad y contrariedades tantas seguía impertérrito en su camino sin volver la vista hacia lo andado, fijo en el porvenir como el que persigue un bien oculto en las inmensidades de la existencia”. Contaba Bálsamo que La Verdad Ciezana se convirtió en un buen semanario y que entonces comenzó sus recorridos por los pueblos del distrito en busca de todo aquello que pudiera dar a su periódico mayor realce, sacándole de su localismo y recogiendo las aspiraciones de todos y cada uno de los pueblos del distrito de Cieza. Continúa relatando que en tiempos de caciquismo “se olvidó de la plaga que asuela y envilece a España que absorbe la savia de la nación que vulnera las leyes y que afrenta a la justicia que provoca crisis de gobierno que pospone sus intereses bastardos y concupiscentes”. Un turbio asunto empañó el ímpetu de Tomás, pues, al parecer, le atribuyeron la muerte de Juan Pérez Martínez por el “inmenso disgusto que le produjera la campaña” en el diario.

La Verdad Levantina

La Verdad Levantina

No sería el único incidente en la vida de Tomás. En El Motín, diario de la capital del país, de 30 de enero de 1919, se relataba un peculiar incidente acaecido en la sacristía de una iglesia ciezana. “Cuando el levante sopla en Málaga menudean las disputas y los navajazos. ¿Qué viento soplarla en Cieza para que en la sacristía de la parroquia de la Asunción se liaran á sopapos profanos?”. Según dejan entrever en la información una pelea de presbíteros ocurrió y a su vez uno de ellos, José Marín Alonso tuvo sus palabras (y no todas en prosa) con el periodista Tomás Pérez Caballero, “que le devolvió la caricia en las propias barbas (rasuradas) del cura párroco”, textualmente. El informador de El Motín aseguraba que “no acababa de acostumbrarse a la idea de que las sacristías parezcan sucursales de las tabernas por los escándalos que en ellas ocurren y las bofetadas que se reparten”. “Y es por creer que quienes las frecuentan tienen el deber de aparentar, aunque sea por egoísmo, que no se burlan en privado de lo que predican en público. Liarse a mamporros en la casa de cualquier ciudadano, es pasarse por parte reservada al dueño. ¡Cuánto más lo será en la sacristía de un templo consagrado al Dios de la única religión verdadera, doblemente si los que se los propinan en sus piadosas getas son ministros suyos! Me horripilo al pensar en los remordimientos que esos de Cieza tendrán ahora. Por no haber podido cada uno despenar al otro”, concluye la información.
En 1921 La Verdad Ciezana cumplía 8 años. Se imprimía en la calle Pinos y en el mismo lugar estaba la redacción y la administración. Para celebrar la efeméride Tomás aseguraba que entraba con “mayores bríos y más pujanza” que el primero en el que tuvo la luz: “Porque a ello nos alienta el triunfo indiscutible de nuestras campañas, mal que pese a nuestros encarnizados enemigos y furibundos detractores. (…) La Verdad Ciezana es el único periódico que se creó para el bien de Cieza que por el bien de Cieza vive y que por Cieza está dispuesta a dar hasta su última gota de sangre”.
Cosme y Damián firmaban un artículo el 24 de junio de 1923 en el propio periódico en el que, de nuevo, se ensalzaba la labor de Tomás como “periodista invencible”, mejor dicho, “como el tipo acabado del verdadero director de periódicos”. La popularidad del periódico le valió para ser célebre en la provincia vecina de Abarán, incluso, al recorrer Tomás diferentes lugares, La Verdad Ciezana volaba a los rincones de la región.
Era común ver ediciones especiales en el periódico de Tomás, incluso algún diario como Levante Agrario hacía mención de estos espacios destacados. Así ocurrió en 1927, cuando un especial sobre Cieza llamaba la atención de este diario y felicitaba a Tomás por lo “selecto y ameno”. Cuando el diario cumplió 14 años, volvía a hacerse mención en Levante Agrario y otros documentos de la época “por lo que représenla de laboriosidad y trabajo perseverante la larga vida de La Verdad Levantina, enviamos a su director y compañero con las lides periodísticas, nuestra cordial enhorabuena”. El título de La Verdad Ciezana cambió a La Verdad Levantina para ensalzar la idea que tenía Tomás de hacer un gran periódico, capaz de reunir los sucesos de Cieza y las localidades limítrofes.
Fue otro diario, esta vez, La Verdad de Murcia, el que, el 24 de agosto de 1928, anunciaba el fallecimiento de Tomás. Hasta el final Tomás mantuvo su publicación en esa Cieza, tierra curtida donde caben mil posibilidades.

(Texto de Miriam Salinas Guirao)

Publicado, en dos entregas, en la Publicación periódica «Crónicas de Siyasa» los días 27 de agosto y 3 de septiembre de 2020

Entrega I

Entrega II