En las letras ciezanas hay una larga tradición de magníficos escritores. Manuel Dato Buitrago era uno de ellos. Una voz poderosa y una presencia importante fueron sus principales bazas para una trayectoria poética tardía y que mantuvo hasta su muerte. Sin duda alguna, uno de los motores de su vida fue el amor hacia su profesión de maestro de Lengua y Literatura, y llevaba a gala que “era profesor para alumnos muy especiales a los que siempre escribiría versos de amor y amistad si no fuera por mi propensión al gris y a la desesperanza”. Magnífico profesor, comprometido y apasionado por su profesión. No en vano, ha sido definido como “un maestro con alma de poeta, un poeta con alma de maestro” que dignificó y ennobleció la profesión amparado en los principios humanistas, cívicos y deontológicos. Cuando sintió fallar su corazón y se vio obligado a abandonar la docencia, culminaba una intensa carrera docente.
Desde el punto de vista personal, necesariamente ha de recordársele como un gran humanista e intelectual, lo que se evidenciaba en todas las facetas de su vida. Manolo, como lo llamaban todos, era una persona muy grande en su sencillez. Para todos los que lo conocieron fue un ejemplo a seguir y un extraordinario amigo al que siempre tendrán presente. En palabras del escritor Jorge J. Eirora, “lo que más me interesó de él fue su condición humana. He conocido a pocos seres que tuvieran una humanidad tan solidaria y afectiva como la suya, y ahora lamento profundamente no haberme beneficiado más de su amistad. Un hombre sencillo que se reconocía ‘en algunas hojas de hierba’, ‘vestido de sosiego y abandono’ y que, pese a todo, convertía en poesía todo cuanto miraba. Un hombre que gozó del amor de quienes lo rodeaban y de la admiración de quienes lo leímos”. Se caracterizó por su afabilidad y cordialidad, cualidades que le ayudaron a sembrar su vida de innumerables amigos.
Siempre orgulloso de su origen ciezano, otro de sus grandes amores fue su ciudad natal. Honesto, íntegro, libre, sin abdicar de su espíritu invicto, asido a Mercedes Carrillo, su esposa, y a sus cuatro hijos. Tampoco hay que pasar por alto su condición de hombre de principios, abierto al diálogo y a la comprensión. También era una persona de extraordinaria amenidad, de vasta cultura –gran melómano- y de interés por todo. Ahora conviene no olvidar su personalidad y, sobre todo, su honrada y honrosa actitud ante la vida. “Es un hombre pasional, transparente, con unos valores universales bien asentados. Que escribe bajo los dictámenes del impulso. Afirma que no tiene ese oficio que requiere sentarse y hacer, y a veces esperar a que la musa aparezca, por eso él no se considera poeta”. Así lo retrataba la pintora y escritora Rosa Campos en una entrevista.
Dato fue un riguroso coetáneo de Aurelio Guirao (Cieza, 1940-1996), con quien compartió no sólo la misma época, sino su ardorosa pasión por la amistad y la poesía en el seno del Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd, que fue creado en 1980 bajo la coordinación de Ángel Almela. De lo que más orgulloso se sentía era el de haberse convertido en uno de los miembros más veteranos de su amada Sierpe, y hasta el último momento, no dejó de preocuparse por los proyectos y actividades del colectivo literario. Acerca de su vigor y entusiasmo hablan el que se embarcase, con múltiples colaboraciones, en la revista literaria ‘La Sierpe y el Laúd’, donde dio pruebas de su valía poética. Autor que sólo pudo publicar en vida dos libros de los cuatro en total que parece habernos legado de manera pública, aunque existe un fondo de inéditos.
En cualquier caso, dentro de su producción poética, quizá impresione más el hecho de haber publicado solamente dos obras en su última etapa. La primera de ellas, ‘Aúreo’ (1996), dedicada a su amigo del alma Aurelio Guirao, era, originariamente, un conjunto de poemas escritos a máquina, fotocopiados, reagrupados, numerados y encuadernados de manera artesanal por él mismo, con el fin de compartir su trabajo con sus amigos. Y es que Dato no parecía demasiado preocupado por la salvaguarda de su nombre para la inmortalidad, ya que no publicó mucho y, aún menos, tuvo empeño excesivo en divulgar la autoría de lo que hizo. Dato es un maestro generoso que no sólo enseña los trucos de la literatura, sino también los trucos difíciles de la vida. Por su obra deambula un errabundo que intenta desentrañar la extrañeza del hecho de estar vivo.
En su segundo poemario ‘Last autumn’s dream’ (2009), editado por el Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd dentro de la colección Acanto, el lector redescubre su personal lenguaje y uso del verso como diario, apunte y reflexión. Versos cortos y afilados o largos, a modo de una envolvente conversación interior en la que lo cotidiano y lo elevado se cruzan, indisolubles, para expresar sus emocionadas reflexiones en torno a la existencia humana y la frugalidad de la vida. En principio, para este hijo del Dios mayor de las palabras, escribir es buscar en el laberinto de la memoria y del lenguaje la palabra precisa para dar cuenta de lo vivido, de lo salvado de la ruina del tiempo; y es precisamente esta búsqueda la que dará unidad a su obra. Es evidente que siguió creyendo hasta el final en la poesía de la vida.
Sobre la obra del pintor Pepe Lucas, Dato reunió un conjunto de poemas bajo el título ‘Máscaras, presagios, gritos y agüeros’ (1982). Tres años después, en el número 5 de la revista editada por su grupo de literatura, publica sus primeros poemas, circunstancia que se repetiría posteriormente en cinco números más. ‘El futuro es un arma cargada de poesía’ (1986) fue otro trabajo en cuyo título invierte el orden del célebre poema de Gabriel Celaya. Entre sus poemarios inéditos destacan dos títulos: ‘Solo y viento. Soledad’ y ‘Mi coronel’. Como poeta, desgranó su obra sin más objetivo que su propio placer. En palabras suyas, “soy fiel a mi poesía cuando, tanto en la ficción como en la realidad, me doy entero y directo, con todo mi yo viviendo y sintiendo cada verso”. Ahora toca a los lectores disfrutar de su legado e integrarle en el devenir de la mejor cultura de su tiempo.
(Texto: Pascual Gómez Yuste)
Vídeo sobre el poema «Te convido», de Manuel Dato. Realizado por el Grupo de Literatura La Sierpe y el Laúd en el 4º aniversario de la muerte del poeta.
El último poema de Manuel Dato (Dedicado a su hija Patricia)
«El mohín de una foto movida»
Si espero que el invierno se agolpe
y del calendario caigan desiertos,
rejas para la voz y el sentido (que irremisiblemente dolerán)
o el viento de cualquier tarde me agriete
la razón y el camino,
nunca podré mostrarte
lo que amortizado aparenta deuda:
la tibieza de mis manos,
la reprensión que admonitoria
quiso ser crisálida y espejo,
la impronta de un beso
en la niebla de un ayer muy pasado
o en los laberintos de un mañana
con quizás y alguna adversativa.
Si espero que el invierno se agolpe.
Vendrá el frío a cualquier Siberia.
El tiempo siempre resuelve la lluvia,
para la flor o para el duelo,
para abocetar églogas
en paisajes mudos,
para la dramática del adiós
cuando acechan los perros y la edad
se despeña entre olvidos,
pero hoy solo atisbo
el silencio oscuro de un pasillo
y la humedad de una rancia penumbra
ante una puerta entreabierta,
con voz tibia de abuelo y fábula,
los labios susurrantes de cajones
llenos de evocación con disfraz de olvido
lentamente apagada y rusiente,
con ropajes de infancia
y el mohín de una foto movida.
Si espero que el invierno se agolpe
vendrá el frío a cualquier Siberia.
Un hoy desde cualquier hora
llega detrás de una melodía
delicuescente y vaga
y tras un beso y una historia
se arrecoge y canta.
Ella se sienta y canta
paisajes de otoño
cuando viene herida de gris
por una duda, por una espalda,
por una calle de asombros
con gato y luna muda
y algún borracho esquivo.
Ella se sienta y canta
para desentrañar
algún tono de difusa melodía
o un rampante do
en la arboleda de un pentagrama
o en jungla de corcheas y fusas
para una ópera imperfecta,
Ella se sienta y canta
Ella se sienta y canta
entonces amiga piano y garganta
hasta que amanece luz y horizonte
o complace un claro de luna,
la visión justa de unas notas verdes.
que resuelven la lírica ecuación
de un son y su verdad.
Ella se sienta y canta.
paisajes de otoño
o alguna flor de ópera imperfecta.
Y si espero que el invierno se agolpe
nunca podré mostrarte
lo que amortizado aparenta deuda:
la represión que admonitoria
quiso ser crisálida y espejo.