Cayetano Toledo Puche (Cieza, 1945 – 1998)

Nació en Cieza el 23 de junio de 1945. Desde que tiene 7 u 8 años demuestra su inclinación por el dibujo y la pintura, y pronto empieza a asistir a la academia de Juan Solano donde destaca desde el principio junto con Pepe Lucas y Pedro Cano.

Cayetano Toledo Puche

Con 14 años consigue el primero de sus premios al que seguirían muchos más, siendo el último de ellos el Lorenzo de Medici,  en la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Florencia, que le otorgaron a título póstumo una vez fallecido.

De Toledo Puche el artista José Lucas ha dicho: "Dejaba en carne viva las ocultas entrañas de los objetos al iluminarlos o al oscurecerlos, le baba igual. Sus cuadros gritaban reclamando la atención de los espíritus más sensibles, avisados, afilados, al tiempo que él callaba, instalado en su permanente y elegante silencio, porque Cayetano era silencioso, prudente, tímido. Sabia que el silencio sabio nos lleva a la música de las cosas... jugaba a la eternidad de las formas, a buscar lo que de esencial tiene el paisaje, eso que sólo está reservado a unos pocos como él”

El paisaje es uno de los temas recurrentes de su obra, y el mismo escribió "Los paisajes son consideraciones improvisadas, flashes que se fijan en la retina y que pasan al cerebro donde se mezclan con el estado de ánimo del momento de su contemplación"

Poema que Aurelio Guirao  le dedicó a sus pinturas

Secanos del Sureste,
Campos de Cartagena.
La sed sobre los ojos
de quien, lento, los mira.

Pero cabe el prodigio:
Sacarlos de la hondura
de un alma rebosante de jugo abalanzado,

Molinos. 1968

de redentoras líneas y de pastas fundiéndose.

Rosas, grosor caliente, carne etérea.
Grises para tocar lomos de aire.
Azules coagulados, espesores

de un más allá en el tacto.

Montes de Cartagena,
Solanas del Sureste,
renegridas.

Pero cabe el prodigio:
Verdes manchados de carmín u ocre.
Alguna que otra planta, ralos árboles
-arropados de verdes en otoño o caqui militar-
en el paisaje imponen disciplina
de distancias y ritmo.

Violeta inmediatez impenetrable
con su perfume abierto a tangibles trasmundos.

Un sobrio discendir
-a veces, a escapadas desbordado-
poda, equilibra, ordena,
inventa la mirada
nuestro paso resume
en robustez dichosa, en luz, alfombra
para meter debajo
el erial arañante
y desvaído como vida humana.

Otros han dicho:

La verdad